LA LITERATURA Y LAS CIENCIAS SOCIALES
- Maria Odette Canivell
- 5 jun
- 3 Min. de lectura
En 1931, Edmund Husserl publica La Crisis de las Ciencias Europeas. El filósofo checo-alemán (nació en Moravia) se siente preocupado por el positivismo de las ciencias ya que, este último, no permite una verdadera aproximación al problema de la existencia, ni a comprender al ser humano en su totalidad. La filosofía es entonces, no solamente la madre de todas las ciencias, si no que la clave para poder entender el conocimiento, lo que Husserl llamaba la mathesis uniersalis.
A través del divorcio de las ciencias empíricas de la filosofía, en el siglo XIX, la psicología, las ciencias sociales y, hasta cierto punto la literatura, pretenden crear bases empíricas para contestar las inquietudes que les surgen a sus investigadores. El método científico, basado en la observación, establecimiento de la hipótesis, experimentación y el análisis de datos consigue, en teoría, conclusiones objetivas que refuerzan la hipótesis inicial.
A pesar de que la autora de este blog cree firmemente en la ciencia, que está siendo atacada en estos momentos, el positivismo científico tiene muchas limitaciones. Por ejemplo, el comportamiento del consumidor, objeto de estudio de los economistas ya que les sirve para hacer predicciones macro-económicas, no es ni predecible, ni objetivo ya que, en muchas ocasiones, compramos o consumimos por motivos que ni siquiera la psicología del consumidor, o cualquier tipo de análisis psicológico puede explicar. Y mucho menos, el comportamiento de los mercados económicos, que más parecen lotería que ciencia predecible.
En el caso de la literatura, por ejemplo, muchos de los estudios críticos del postmodernismo, anclados en el psicoanálisis, o en la lingüística, e incluso en los estudios de género, dejan mucho que desear ya que, el ser humano, en términos gestálticos, es mucho más que la suma de sus partes y las motivaciones, deseos, intenciones del autor, e incluso los significados dentro de un texto son muy difíciles de aprehender, y menos de recrear con un estudio positivista.
La literatura es algo más que una ciencia social que comenta, con visos empíricos (es decir basados en un estudio científico sobre la experiencia) al ser humano. La literatura provoca emociones. Te hace reír. Te hace llorar. Te mueve el piso. Te conmueve pero, a la vez, es un comentario sobre la historia y un record de ella. Los personajes de un libro viven en un mundo que, cien años más tarde puede que no lo reconozcamos, pero su autor lo recrea para transportarte hacia él.
Proust define su infancia con el olor y el sabor de las magdalenas de su niñez. Don Quijote sueña con un mundo que ha conocido únicamente a través de las páginas de la literatura: el de la caballería. Isabel Allende nos cuenta sobre el Chile que ha perdido y que le hace falta desde el exilio. Ángeles Mastreta y Elena Poniatowska comentan sobre la Revolución Mexicana, a la vez que reproducen el México pre y postrevolucionario en las páginas de sus respectivas obras.
La literatura es, en buena Gestalt, mucho más que los componentes individuales que le dan su ser. Y es eso lo que la distingue de las ciencias sociales y lo que la hace muy, pero que muy superior a ellas. Como escritora que soy, mi juicio puede que no sea objetivo, pero estoy convencida que es acertado.

Comentarios