Escribir un blog es una tarea difícil. Yo lo hago desde la perspectiva de una lectora voraz, criada en una familia de escritores, donde las palabras y los libros siempre han sido parte de mi vida.
Me siento cautivada por la escritura, que es la otra cara de la lectura. Me transporta a otros planos, me arrulla la mente, dándome un abrazo espiritual. En suma, me completa.

Todo buen lector conoce el valor de la palabra escrita. Los libros, nos guían hacia otros mundos los cuales nos revelan horizontes insospechados. Los libros nos hacen sentir felices, aunque leamos historias tristes. Los libros, nos aligeran el alma.
Hay historias que nos despiertan emociones profundas, como si hubieran sido escritas solamente para nosotros. Son aquellas que suenan y resuenan, y se convierten en espejo de nuestras propias vivencias, y hasta de nuestros pensamientos.
Las palabras no solo nos acompañan; también nos hacen recordar ideas perdidas, que, aunque se encontraran arraigadas en lo más profundo de nuestra mente, ni siquiera sabíamos que estaban ahí. Aquellas creencias, esos pensamientos con los que crecimos y, que nos parecen viejos amigos, como si los conociéramos de toda una vida se tambalean frente a una nueva visión sobre el mundo producto de la lectura. Y, esos bloques de conocimiento interno, se tambalean.
La lectura puede suavizar cicatrices; traer entendimiento a nuestra mente, y hasta ayudarnos a nombrar, y comprender nuestras propias emociones. También nos ofrecen una visión diferente y reveladora sobre la vida.
Es por eso que, cada historia importa. Lo que leemos puede ser refugio, respuesta o consuelo. Y, al menos en mi caso, lo que más busco son aquellas historias que ofrecen un espacio seguro para deconstruirme y reconstruirme. Aquellas en las que los escritores desnudan su alma y hablan desde una valiente intimidad, con el único propósito de acompañarnos.
- Ashley Kummerfeldt
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